2-6 de Febrero de 2010: Isla Grande de Chiloé

Nos dirigimos desde Puerto Varas a Chiloé con grandes expectativas, debido a que mucha gente de la que conocímos en Chile nos habló de ella como uno de los lugares más lindos para visitar.

Tras cruzar en ferry el estrecho que separa la isla del continente, hicimos parada en Ancud, donde la lluvia hizo su primera aparición, acompañada además de un fortísimo viento. Sin mucho tiempo para dudar, ya que la lluvía no lo permitía, decidimos ir directamente a un camping que nos habían recomendado unos lugareños.

Al día siguiente, ya con el tiempo más calmado, pudimos pasear por la ciudad tranquilamente y decidir un poco lo que visitaríamos en la isla. En la oficina de turismo nos informaron sobre un tramo de un día del Sendero de Chile que recorre la costa, y optamos por realizarlo. Empezamos por recuperar algo de energías haciendo turismo gastronómico, ya que también es una parte fundamental de la cultura chilota. Y que mejor que comer el tradicional curanto al hoyo en un restaurante a las afueras de Ancud. Además de ser un plato delicioso mezcla de marisco, carne, papas, milcao y chapalele, tiene una laboriosa preparación de más de 2 horas, que pudimos seguir desde el principio junto con varios agradables turistas chilenos.

Continuamos recorriendo el extremo noroeste de la costa, desplazándonos de la forma ya habitual de hacer auto-stop, y así conseguimos llegar a los islotes de Puñihuil donde hay colonias de pingüinos, aunque debido a la tempestad los paseos en barco estaban suspendidos. Tras tener que posponer por segunda vez el observar pingüinos, y con la gran desilusión de Marie, fuimos pasando de camioneta en camioneta hasta llegar al principio del camino en Duhatao, que discurre junto a playas paradisíacas.

Al llegar ya tarde a nuestro punto de partida, no pudimos andar tanto como esperamos, y en cuanto el sol comenzó a ponerse tuvimos que buscar un lugar para plantar la tienda. A la mañana siguiente el cielo ya amenazaba con lluvia, y no tardo mucho en hacer acto de presencia, haciendo algo más duro el camino, ya que el terreno se presentaba embarrado. A esto se sumó lo salvaje del sendero, que en ocasiones se cerraba sobre si mismo por la densa vegetación, recordándome mucho a la selva peruana. Debido a esto, en varias ocasiones nos desviamos del camino, lo que nos hizo perder tiempo y también la calma, llegando a desesperarnos por no saber realmente cuanto nos quedaba para llegar.

Mojados, cansados y algo preocupados por encontrarnos perdidos en medio unas condiciones duras, continuamos tirando hacia sur guiándonos por la linea de costa, vadeando algunas entradas de agua. Lo bueno era que el paisaje ayudaba a seguir, gracias a las espectaculares vistas y lo virgen del lugar.

Finalmente, después de todo el día caminando y ya con poca luz, descubrimos con alegría una rodada de auto en la playa, lo que nos indico por donde podríamos seguir y alcanzar algún lugar habitado.
Una pista nos llevó hasta un alojamiento que lleva el nombre de Los Senderos de Chepú,  muy apropiado a nuestra situación. Así que viendo que lo mejor era descansar en un lugar seco, dejamos de lado la carpa y nuestros sacos mojados , , y nos dimos el placer de pasar la noche en un hostal. La suerte resultó ser que estaba regentado por una agradable familia, que nos acogió como si fuésemos parte de ella.

Gracias a una reconfortante noche, secos, limpios y muy motivados por haber superado las dificultades del día anterior, continuamos nuestro camino de regreso a Ancud en un auto con una pareja de suizos. Visitamos el resto de la ciudad, y después de enterarnos que se había suspendido la minga (tradicional traslado de casas en Chiloé) con motivo del naufragio de una familia chilota durante la tempestad del día 2, cambiamos nuestros planes y partimos hacia Castro.

La ciudad más grande de la isla nos acogió en un desordenado camping que contrastaba con nuestro último alojamiento. Pero sin el peso de la mochila recorrimos algunos lugares lindos y muy pintorescos. También reservamos el pasaje de ferry para cruzar de nuevo al territorio continental al día siguiente, ya que la siguiente salida era en 5 días.

Desde Castro fuimos a Quellón, y una vez allá solo tuvimos tiempo para esperar la salida del barco, que nos llevaría durante la noche hasta Chaitén.


Chiloe
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