22-28 de Febrero de 2010: Circuito de los Cóndores I

La historia de este circuito comienza antes incluso de la llegada a Chile. Esto se debe a que fue uno de los primeros objetivos que me fije allá por el mes de mayo de 2009, mientras buscaba rutas de montaña para hacer por la región del Maule. Poco a poco se fue convirtiendo en una obsesión, y más aún cuando aparecía ante mi el imponente volcán Descabezado Grande, que se puede divisar desde la ciudad de Curicó.

Desde nuestra llegada a Chile no cese nunca de buscar gente para que me acompañara, pero la respuesta era casi siempre la misma: "¡estás loco weón!". Finalmente, a principios de diciembre, me decidí a publicar un mensaje en un foro de montaña, y conseguí contactar con un chico de Talca dispuesto a realizar la ruta que proponía. Como las fechas con las que contaba eran bastante fijas, entre el final de nuestro viaje por el sur y la llegada de mis padres, disponía tan sólo de una semana para llevarla a cabo.

La suerte fue que él también tenía esa semana libre, y además otros amigos suyos también nos acompañarían, así que con la fecha clara no quedaba más que esperar.

Llegó el día y, tras despedirme de Marie que empezaba justo con las clases, partí dirección Talca a encontrarme con mis amigos cibernéticos. Nos reconocimos enseguida por nuestro aspecto montañés, y cual sería la sorpresa cuando él se dio cuenta de que ya nos conocíamos. Yo no le recordaba debido a mi mala memoria para las caras, pero resulto ser uno de los ciclistas que conocimos en el bus justo el primer día de nuestra llegada a Chile y que muy amablemente nos habían invitado a pasteles típicos chilenos. Muchas veces me había arrepentido por no pedirle su celular en esa ocasión, pues había sido uno de los pocos chilenos que conocí apasionado por la montaña. Felizmente el destino finalmente nos reunió de nuevo.

Después de las presentaciones de todo el grupo tomamos el bus dirección Vilches, donde comenzaríamos la ruta.

1 día: Vilches Alto - Valle el Venado (23,4 km.)

Nada más bajar del bus ocurrió el primer contratiempo: la carpa que llevaban se les quedó olvidada en la terminal de bus. Unos momentos de incertidumbre que se hicieron eternos y al final una decisión clara: ya no había vuelta atrás. La preocupación de como dormir llegaría en la noche, ahora sólo quedaba caminar. Después de pasar a la administración de la CONAF, donde tuvimos que dejar nuestros datos y la ruta que íbamos a seguir, nos internamos en la boscosa reserva de los Altos del Lircay.

Durante los primeros kilómetros se avanza en subida por un tupido bosque nativo, en el que destacan algunos ejemplares de gran tamaño. Poco a poco el paisaje se va abriendo y se llega a la quebrada del Río Claro, con unas impresionantes vistas de la cordillera donde resaltan imponentes el volcán Descabezado Grande y el Cerro Azul.

Con nuestros objetivos a la vista, emprendimos el descenso al valle por una bajada pronunciada y, una vez abajo, continuamos por un lindo arenal que recibe el apropiado nombre de La Playa.

Tranquilamente, pues el sendero era casi llano, alcanzamos el campamento del día en el Valle del Venado, donde pudimos descansar y prepararnos una reconfortante cena. A los cuatro valientes sin carpa no les quedo otra que vivaquear, esperando que no hiciese demasiado frío durante la noche.

2 día: Valle el Venado - Aguas termales del río Blanquillo (11 km.)

La noche no pasó sin contratiempos, ya que un visitante imprevisto hizo su aparición en forma de gran rata blanca. El resultado fue un tremendo agujero en la carpa y media tableta de chocolate menos. Después del malhumor de ver mi querida casita dañada, no quedó más remedio que superarlo y proseguir la ruta.

Esa mañana se añadió a nuestro grupo otro más, que andaba sólo porque su compañero se había lesionado y tuvo que regresar, y él no quería volverse sin llegar hasta el volcán.

Desde los primeros pasos el camino marcha en subida continuada, al principio por un bosque de robles y más adelante por una estrecha quebrada, delimitada por paredes de basalto y piedras de origen volcánico a cada lado.

Después de la dura subida llegamos a la laguna Blanquillo, que se nos apareció prácticamente seca y en donde aprovechamos para descansar un rato y reagruparnos. Continuamos el cauce del río, que hay que vadear varias veces, y se prosigue por un terreno puramente volcánico sobre piedra pómez, en un paisaje mágico que parece sacado de otro mundo.

Como a un oasis llegamos a las vegas del Blanquillo, que forman un verde pastizal y en donde había ganado lanar, caballos y hasta una alpaca. Y avanzando un poco más alcanzamos las deseadas termas del volcán, donde teníamos previsto acampar varios días. No eramos los únicos, pues había un grupo de 15 alemanes acompañados de guías y arrieros con sus caballos. Lo bueno fue que decidieron avanzar algo más ese día, y realizar otro campamento arriba, así que pudimos tener un poco más de tranquilidad.

Montamos un improvisado refugio para proteger del viento a los "sin techo", y con una lona pudieron resguardarse algo más del frío . Y bien temprano nos fuimos a dormir, pues nos esperaba un día duro.

3 día: Termas - Volcán Descabezado Grande - Termas (20 km.)

El día anterior habíamos planificado que lo mejor era salir muy pronto para lograr llegar a la cima sin demasiado calor. Así que dicho y hecho, a las 3 de la mañana o de la noche, según se vea, estábamos ya en pie. Un buen desayuno, cargarnos de agua y comenzamos a caminar a las 5 a la luz de las estrellas y nuestros frontales.

Prácticamente toda la ascensión discurre por piedra pómez, por lo que el avance se hace lento y agotador, debido a que es un terreno muy suelto. En los tramos de mucha pendiente se hace claro el dicho de: "avanzas tres pasos y retrocedes dos", siendo a veces muy desesperante.

Los últimos 1000 m. de desnivel sobre la ladera del volcán se realizan en un continuo zig-zag, hasta que se llega a una parte rocosa donde se avanza mejor, aunque casi hay que escalar. Todo este último tramo es el más duro, y el grupo se divide según el ritmo de cada uno. Yo prefiero un ritmo más constante que parar a cada rato, así que la cima me atrae inevitablemente y emprendo en solitario la última parte. Esto hace que llegue totalmente sólo a la cima y disfrute de unos momentos de increíble paz, junto al cráter de más de 1 km. de extensión y repleto de carámbanos o hielos en forma de penitentes.

La vista desde la cima a 3.830 m. es indescriptible, pues uno se siente realmente dentro de la cordillera de los Andes, rodeado de montañas cubiertas de hielo y volcanes. En primer plano destaca sobre todo el cráter del volcán Quizapu, que aparece imponente junto al Cerro Azul.

Después de la emotiva llegada de cada miembro del grupo, las respectivas fotos y un buen descanso, emprendimos el camino de regreso. En ocasiones se me hizo casi más duro que la subida, pues al deslizarse por la piedra pómez, esta se metía en la zapatillas y dañaba los pies. Finalmente conseguimos llegar al campamento mientras atardecía, disfrutando de los bellos colores y obteniendo nuestra recompensa en forma de baño en las cálidas termas y una contundente cena.

4 día: Descanso en las Termas

Nos tomamos todo el día de merecido descanso, disfrutando las termas, aprovechando a lavar ropa, dormir, ..., en fin, de puro relax. Además quedó totalmente justificado, ya que durante la tarde se levantaron unas amenazadoras nubes que nos pusieron en alerta ante una posible tormenta. Al final solo nos dejo bonitas imágenes y una fuerte bajada de temperatura, rondando los 0º C durante la noche.

5 día: Termas - Volcán Quizapu (22 km.)

La mitad del grupo decidió quedarse descansando otro día más, así que esta vez sólo tres partimos para conseguir llegar a la cima del otro volcán de la zona. Nos levantamos temprano, pues la aproximación era igualmente larga.

El camino no estaba tan claro como para el Descabezado, así que más bien por orientación fuimos avanzando dirección al otro volcán, mucho más pequeño. Fuimos atravesando paisajes desérticos, producto de su última gran actividad volcánica en 1932, subiendo y bajando cerros, e incluso atravesando alguna lengua de hielo y nieve digna de crampones y piolet.

Por fin alcanzamos el ansiado cráter, que refleja el gran poder de la naturaleza y desde donde se tiene una espectacular panorámica de los volcanes Descabezado Grande y Chico. Nos sorprendió también observar unas pequeñas fumarolas que salían de su interior.

De nuevo una pesada bajada por piedra pómez, que me hizo arrepentirme otra vez de no llevar botas altas y polainas, pues acabó por destrozarme las zapatillas, los calcetines y los pies ... Pero finalmente llegamos agradecidos de estar acampados junto a las pozas termales, que usamos para relajarnos en su rica agua por última vez.

Circuito de los Condores I
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